EUROPA: UNA POTENCIA MUNDIAL
Las reivindicaciones de democracia y soberanía nacional, la expansión de la industrialización y el imperialismo... Todo ello cambia radicalmente el curso de la historia europea. Europa alcanza la cima de su poder mundial. Los cambios que exacerban las tensiones sociales en la Europa del siglo XIX siguen teniendo una importante repercusión en la actualidad.
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TRANSFORMACIÓN POLÍTICA
El siglo XIX: un tiempo de revoluciones. Inspirándose en la Revolución Francesa de 1789, gentes de toda Europa desafiaron a las clases aristocráticas dominantes y lucharon por el desarrollo de los derechos humanos y civiles, la democracia y las independencias nacionales.
El nacionalismo surgió como una reivindicación revolucionaria que prometía a los ciudadanos más participación en la democracia, pero de hecho tenía un tinte exclusivista, al imaginar un mundo de territorios nacionales habitados por gentes de etnias similares. Algunos europeos visionarios, sin embargo, esperaban la unidad del continente, más allá de las lealtades nacionales.
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Los revolucionarios de toda Europa desafiaron los privilegios aristocráticos y el orden establecido. Las revoluciones de 1848-1849 en particular supusieron un hito en la lucha por la igualdad, la autodeterminación y los derechos humanos, objetivos cuyos amplios ecos llegan a nuestros tiempos.
La Revolución Francesa de 1789 fue un punto de inflexión en la historia europea. Los cimientos de los regímenes políticos existentes fueron sacudidos a medida que los ideales de «libertad, igualdad y fraternidad» se extendían por todo el continente. El asalto de los revolucionarios franceses a la prisión parisina de la Bastilla el 14 de julio de 1789 acabó convirtiéndose en un conocido símbolo de la resistencia frente al gobierno corrupto y a los privilegios de clase.
Los mitos, las leyendas y las glorias del pasado pasaron a ser elementos importantes para los movimientos políticos que deseaban forjar identidades nacionales, identidades que se percibían singulares y distintas de las demás. Banderas, himnos y símbolos son solo algunos de los ejemplos de los elementos utilizados por estos movimientos para alcanzar sus objetivos y potenciar la imagen de sí mismos.
MERCADOS Y PERSONAS
Vapor, humo, fábricas, ruido: todo anunciaba el advenimiento de la Revolución Industrial en Gran Bretaña. Las fábricas empezaron a extenderse en distinto grado por toda Europa, convirtiendo al continente en el centro mundial de la industrialización, las finanzas y el comercio.
Las innovaciones tecnológicas trajeron consigo el progreso industrial; la máquina de vapor impulsó el desarrollo de la industria pesada. Los métodos de producción se transformaron radicalmente, y grandes fábricas con miles de trabajadores empezaron a producir en masa bienes de equipo y de consumo.
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Los trabajadores del siglo XIX eran asalariados sin derecho a protección legal ni a seguridad social que con frecuencia vivían y trabajaban en condiciones infrahumanas. Solo a finales de siglo mejoró su situación, al ir obteniendo progresivamente el derecho al voto.
Con una nueva palabra, «burguesía», se denominó a la nueva clase surgida de los cambios sociales que había propiciado la Revolución Industrial. Económicamente independiente, con estudios y cada vez más derechos políticos, fue esta clase social la que impulsó el cambio económico y político.
CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Velocidad, dinamismo y fe en el progreso caracterizaban a la Europa de finales del siglo XIX. Los ferrocarriles, la electricidad, la fotografía y las nuevas teorías científicas y médicas reforzaban el liderazgo del viejo continente en esta etapa de madurez tecnológica. Una era de optimismo se perfilaba en el horizonte.
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Los ferrocarriles transformaron el paisaje de Europa al introducir túneles, puentes y viaductos que permitían franquear obstáculos hasta entonces insalvables. En 1882 se inauguró el que entonces era el túnel más largo del mundo: el túnel ferroviario de San Gotardo, de 15 km, que conectaba el norte con el sur de Europa. Los ferrocarriles trajeron consigo el transporte colectivo y el turismo.
El telégrafo permitía una comunicación casi instantánea entre dos puntos alejados entre sí. En una ciudad podían enterarse de inmediato de un crimen cometido en otra, o de cuáles eran los precios de las materias primas. Los cables submarinos mundializaron las comunicaciones.
A finales del siglo XIX, las rivalidades y las tensiones internacionales se dejaron sentir en la Exposición Universal de 1900, en cuyas galerías se mostraban armas de guerra y aldeas coloniales. Tales rivalidades conformarían de forma dramática el siglo que estaba por llegar.
IMPERIALISMO
El siglo XIX estuvo marcado por la hegemonía europea en el mundo. Se extendieron imperios y se acumularon colonias, todo ello impulsado vigorosamente por la Revolución Industrial. Las colonias proporcionaban las materias primas y los artículos de lujo destinados a satisfacer la creciente demanda de consumo, al tiempo que ofrecían a cambio sus vastos mercados a los productos europeos. Los abusos y las desigualdades se disculpaban como elemento necesario de la labor de «civilización» de los pueblos «salvajes». El fin gradual de la esclavitud fue seguido de nuevas formas de intolerancia y racismo.
Hacia 1914 los países europeos gobernaban cerca del 30 % de la población mundial. Europa llevaba siglos explorando continentes y océanos y comerciando con todo el globo, pero fueron los beneficios de la Revolución Industrial los que le permitieron reforzar su dominio sobre otros continentes.
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Los participantes en la Conferencia de Berlín (1884-1885) establecieron las reglas fundamentales para el reparto del continente africano entre las potencias europeas, sin ninguna participación de los propios africanos. A finales de 1900 solo tres Estados africanos seguían siendo independientes. Las potencias europeas acabarían repartiéndose también el mapa de Asia.
Las nuevas tecnologías europeas crearon artefactos, como la ametralladora, que fueron decisivos en la expansión del colonialismo. Aun con su superioridad numérica, la resistencia indígena resultaba inútil frente a un arma capaz de disparar cincuenta veces más rápido que un rifle normal.
Dentro de la misma Europa, algunos pueblos eran considerados racialmente «menos evolucionados» que otros. De acuerdo con estas nociones racistas, se decía por lo común que dichas sociedades estaban situadas en los márgenes geográficos y sociales de Europa y se consideraban como los ancestros vivos de las razas más evolucionadas de la Europa del siglo XIX.